La sociedad en que vivimos es un mundo de apariencias, donde todo entra por la vista. Tal como Hitler exigió construir escenarios arquitectónicos para demostrar grandeza y poder, nosotros hoy nos deshacemos en esfuerzos consumistas para lograr aparentar.
La más fiel muestra de esto, es lo que la publicidad realiza. Arma y muestra escenarios que a veces nos parecen ridículos e irreales, pero que no son más que la fiel muestra de lo que deseamos ser o por lo menos aparentar. Es una herramienta de autorrealización en un ambiente dado, un fragmento de este entorno artificial que el hombre crea. Se recodifica la realidad en imágenes estáticas, existe una composición de una escena donde se mezcla la estética, la cultura visual y el deseo de seducción.
Lo visual de una u otra manera “atrapa el ojo”, nos fascina, nos seduce, y así deja un rastro en la memoria visual, que de algun modo queda grabado en nuestro inconsciente y ordena las imágenes en un rango de cosas, clasificando lo bonito ,lo feo, agradable que podemos encontrar en nuestro entorno.
Cuando observamos lo que nos rodea no solo percibimos las cosas como algo material, sino que además le adjudicamos valor y significados, lo visual representa, muestra. Tal vestimenta es para una gala, o aquel sillón le da calidez al living, todo lo que nos rodea se aleja mucho tener un carácter meramente funcional, siempre existe un lenguaje estético inverso en ellas, y es esencial porque dirige la estructura sensitiva de la percepción, que a la vez gatilla el carácter emocional, racional e interpretativo con el que vemos el mundo.
Percibir es integrar, e interpretar es conferir sentido a lo que se percibe, y es precisamente el ejercicio diario que todos hacemos cuando percibimos la totalidad de escenarios diarios donde nos desenvolvemos, donde cierto lugar tiene determinados elementos para entender que es una oficina, o un ejecutivo tiene que andar de terno para otorgarle cierto grado de seriedad, cuando perfectamente podría ser todo lo contrario. Todo lo que nos rodea es parte del imaginario colectivo, donde los escenarios no sólo son visuales sino mentales también.
La más fiel muestra de esto, es lo que la publicidad realiza. Arma y muestra escenarios que a veces nos parecen ridículos e irreales, pero que no son más que la fiel muestra de lo que deseamos ser o por lo menos aparentar. Es una herramienta de autorrealización en un ambiente dado, un fragmento de este entorno artificial que el hombre crea. Se recodifica la realidad en imágenes estáticas, existe una composición de una escena donde se mezcla la estética, la cultura visual y el deseo de seducción.
Lo visual de una u otra manera “atrapa el ojo”, nos fascina, nos seduce, y así deja un rastro en la memoria visual, que de algun modo queda grabado en nuestro inconsciente y ordena las imágenes en un rango de cosas, clasificando lo bonito ,lo feo, agradable que podemos encontrar en nuestro entorno.
Cuando observamos lo que nos rodea no solo percibimos las cosas como algo material, sino que además le adjudicamos valor y significados, lo visual representa, muestra. Tal vestimenta es para una gala, o aquel sillón le da calidez al living, todo lo que nos rodea se aleja mucho tener un carácter meramente funcional, siempre existe un lenguaje estético inverso en ellas, y es esencial porque dirige la estructura sensitiva de la percepción, que a la vez gatilla el carácter emocional, racional e interpretativo con el que vemos el mundo.
Percibir es integrar, e interpretar es conferir sentido a lo que se percibe, y es precisamente el ejercicio diario que todos hacemos cuando percibimos la totalidad de escenarios diarios donde nos desenvolvemos, donde cierto lugar tiene determinados elementos para entender que es una oficina, o un ejecutivo tiene que andar de terno para otorgarle cierto grado de seriedad, cuando perfectamente podría ser todo lo contrario. Todo lo que nos rodea es parte del imaginario colectivo, donde los escenarios no sólo son visuales sino mentales también.